Una de las primeras cosas que hice cuando me mudé a Toronto fue registrarme en el Canadian National Institute for the Blind (CNIB), pues necesitaba mi Metropass y ayuda para empezar a aprenderme las rutas que haría más frecuentemente en la ciudad. Como el CNIB también ofrece ayuda con actividades de la vida diaria, pensé que sería una buena oportunidad para aprender técnicas específicas para ciegos, pues yo aprendí a cocinar según lo fui necesitando, y desarrollé mis propias técnicas para picar cosas o para saber si algo está ya cocido por ejemplo. En mi primer entrevista con el instructor le dije que entre otras cosas, quería aprender a partir frutas, verduras y quesos pero en rebanadas más o menos homogéneas en forma y tamaño, aprender a quitar el corcho de las botellas de vino sin romperlo y adornar los platos, además de pintarme las uñas yo sola. Él me contestó que esas cosas ya eran muy avanzadas y no tan necesarias en realidad y que comenzaríamos por marcar mi horno de microondas con Braille, algo que yo había hecho ya.
En ese momento me di cuenta de que no estábamos en el mismo canal. Me dijo que si quería, me podría ayudar a organizar mi ropa, y que él aconseja a sus alumnas que para que sea más fácil combinarla, ¡tengan un máximo de cuatro colores en su guardarropa! Cuando oí eso no pude evitar reírme. Como le dije, si yo siguiera su consejo tendría que deshacerme de más de la mitad de mi ropa! Y que esa no es opción para mí, pues me gusta mucho variar y combinar los colores e incluso los accesorios. La verdad sí me molestó que un especialista en rehabilitación de ciegos no entendiera que para muchos de nosotros sí es importante sentirnos y vernos bien, y que por default, a pesar de estarme viendo, asumiera que yo sacrificaría mi apariencia física con tal de no tener que complicarme la vida pensando en qué ponerme o cómo combinar mi ropa. El hecho de que yo no me pueda ver a mí misma no significa que no me interesa mi apariencia física o mi arreglo personal, ¡al contrario! Después de todo, como te ven te tratan. Creo que es muy importante dar una buena imagen, pues además eso ayuda a cambiar o terminar con muchos de los estereotipos sobre los ciegos. Me siento muy bien cuando la gente nota y me dice que qué bonita blusa o que qué bien combina mi atuendo.
Me considero muy afortunada por haber podido ver los colores hasta los 13 años y recordarlos, eso definitivamente ayuda. Además también tengo memoria de las diferentes gamas o tonos de un mismo color: desde claros como lila, verde menta o azul cielo hasta morado fuerte, verde esmeralda o azul marino. También recuerdo la diferencia entre colores similares como salmón y melón o marfil y hueso. Así, no sólo sé teóricamente qué colores sí combinan, sino que tengo una imagen en mi mente. Aún así, por lo general pido opinión sobre las combinaciones que se me ocurren, por si las dudas. Prefiero clasificar la ropa por color, aunque siguiendo un patrón lógico de acuerdo a la tela o tipo de prenda.
Yo distingo toda mi ropa por tacto: desde la tela y la textura, hasta la forma o detalles que me permitan reconocerla como el cuello o el escote, cierre o botones, adornos o diseños con textura. Antes de tener mi ColorTest (un aparatito que al pegarlo a los objetos detecta y dice de qué color son) por lo general no compraba dos prendas de la misma forma y tela, para no confundirlas. En caso de tener dos cosas iguales, les ponía un segurito o botón para identificarlas con más facilidad.
Tengo colores favoritos, telas y diseños que en general me gustan más que otros o que sé que me favorecen más que otros. De entrada sé que es difícil combinar una blusa y una falda con diferente estampado; cuadritos y flores no van, por ejemplo. Además de reconocerla como dije arriba, me acuerdo de la descripción de cada cosa y así puedo hacer combinaciones en mi cabeza, aunque como ya dije también, sí me gusta tener una opinión de alguien que vea. Procuro ir de compras con gente en quien yo confío, como alguna amiga, mi mamá o J, quienes además de decirme lo que está de moda y sugerirme opciones, ya conocen mi estilo y lo que me gusta. Ellos saben que prefiero que sean honestos y me digan la verdad si lo que me quiero comprar me favorece, si se me ve bien o no, y lo mismo aplica cuando quiero cambiar de look.¡Todos necesitamos espejos!
Si yo fuera ingeniero, creo que ya habría inventado un espejo inteligente para ciegos, que nos permitiera asegurarnos de que todo está bien y en orden con respecto a nuestra apariencia física antes de salir de casa. Podría ser por ejemplo una mini computadora con cámara integrada capaz de evaluar la imagen del usuario en ese momento, comparándola con fotografías en una base de datos personalizada. Me encantaría que me dijera por ejemplo: “el lipstick es muy obscuro con respecto al que usas en el 90% de las fotos, y no está parejo, te falta poner un poco más en la comisura derecha” o “el pelo no tiene mucho volumen en la parte de enfrente con respecto a tu foto prototipo”. En el inter, seguiré confiando en mi memoria y mi buen tacto.