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Comer es un placer

¡Comer es uno de los grandes placeres de la vida! Por supuesto nos alimentamos para nutrirnos, obteniendo de la comida los elementos que nuestro organismo necesita para llevar a cabo distintas funciones. Pero el acto de comer va más allá de una simple necesidad. La humanidad ha aprendido a disfrutar la comida y en general, la gente busca que los alimentos que consume sean agradables al gusto. No es coincidencia que el continente americano haya sido descubierto por el deseo de ir a la India en busca de especias para aderezar la comida en Europa.

Muchos países son famosos por su cocina, que es motivo de orgullo nacional. El sabor y calidad de los platillos depende por supuesto de los ingredientes, del cocinero, y de las costumbres y tradiciones culturales o religiosas en cada región. En la actualidad, diversos utensilios o aparatos electrodomésticos han facilitado y reducido el tiempo de elaboración de comidas tradicionales. En zonas urbanas es mucho más común utilizar una licuadora o procesador de alimentos para preparar salsas, en lugar de hacerlo con un molcajete o mortero. Las ollas de presión en las que los alimentos se cuecen considerablemente más rápido también son comunes. Aunque el resultado es muy similar, los alimentos sí tienen un mejor sabor cuando son preparados de la manera más tradicional. Una salsa hecha en molcajete, por ejemplo, es superior a una que ha sido molida en licuadora. Igualmente, los alimentos cocidos en olla express tienen menos sabor que cuando se preparan en una olla convencional.

Hay principios básicos que son comunes en la preparación de un sin fin de platillos, semejantes incluso en guisos de distintas cocinas nacionales. Por lo general primero se fríen cebolla y ajo y después se agregan los ingredientes base del platillo como carne o vegetales, muchos de ellos a su vez ya cocidos, fritos o preparados de alguna otra manera con anterioridad. Algunas especias se agregan al cocinar la cebolla y otros condimentos como sal, pimienta y orégano, por ejemplo, se añaden más hacia el final, una vez que el resto de los ingredientes están bien incorporados. En la mayoría de los casos el orden de los factores sí altera el producto, pues hay alimentos que necesitan más tiempo de cocción que otros. Incluso los platillos horneados se preparan en varios pasos. Por lo general la salsa no va cruda, sino que se prepara antes, para dar un mejor sabor al platillo y facilitar la incorporación de todos los ingredientes.

De todos los utensilios modernos de cocina, el que más me llama la atención y que de hecho no entiendo es el slow cooker (para el cual creo que no hay traducción en español) también conocido como Crockpot, que es la marca más famosa de estos aparatos. Consiste en una olla de porcelana con tapa de vidrio montada sobre una base con una especie de resistencia eléctrica. El termostato regula la temperatura, que es considerablemente menor al punto de ebullición. Así, la cocción de los alimentos es mucho más lenta. La idea que hace tan atractivo este aparato en países como Estados Unidos o Canadá es que todos los ingredientes son puestos en la olla al mismo tiempo y listo. La carne y/o vegetales, el líquido (generalmente agua) y algunas especias son cocinadas lentamente, sin requerir más cuidados. En un principio la idea suena al menos interesante. Por supuesto cocinar lleva tiempo y ¿a quién no le gusta llegar a casa y encontrar la comida lista, sólo para servirla y disfrutarla?

Una visión más romántica y benevolente del aparato lo podría asemejar a una especie de olla mágica, como esas de los cuentos que producían el platillo deseado con sólo pronunciar unas palabras secretas. Aunque la idea puede parecer atractiva para ahorrar tiempo, una de sus desventajas es que por lo general, ¡todo termina sabiendo a lo mismo! ¿Y cómo no va a ser así, si se eliminan tantos pasos en la preparación de los alimentos, sin importar de qué se trata?

Aunque los platillos preparados en un slow cooker pueden ser una alternativa más saludable a la comida rápida o a las TV Diners, creo que quienes lo usan sacrifican lo más por lo menos. Con esto regreso al principio de esta entrada: comer es un placer que va mucho más allá de una necesidad biológica.

Berenjena con albahaca estilo tailandés

Desde la primera vez que probé este platillo me encantó. Es delicado, aromático y con mucho sabor. Busqué la receta en Internet y, como casi siempre, terminé modificándola un poquito. Es muy fácil de preparar y queda delicioso. Alcanza perfecto para dos personas como plato principal, Acompañado con arroz blanco al vapor.

Ingredientes
3 berenjenas bebé o asiáticas cortadas en cubitos irregulares para que sea más fácil moverlos en la olla
2 dientes de ajo muy bien picados
2 o 3 chiles verdes (no serranos) picados
2 cucharaditas de aceite de oliva
hojas de albahaca fresca cortadas (aproximadamente una taza)
2 cucharadas de salsa de soya
¾ taza de agua
1 cucharada de azúcar

Procedimiento
El ajo y el chile se fríen en el aceite de oliva, hasta que el ajo se pone café (aproximadamente 3 minutos, cuando el ruido que hacen al freírse disminuye).
Se le agrega la berenjena y después de mezclar un poco se le añade el agua, se tapa y se deja cocer a fuego medio durante unos 6 minutos. Si la berenjena no está bien cocida (si se siente durita con la cuchara de madera) se le pone un poquito más de agua y se deja cocer otros 2 minutos.
Después se le incorpora la salsa de soya y el azúcar mezclando suavemente y se deja cocer unos 2 minutos más a fuego lento.
El toque final y más importante son las hojitas de albahaca. Después de mezclarlas poco a poco se apaga la flama y se tapa la olla, para que todo el platillo se impregne del aroma y el sabor de la albahaca.